16 nov 2009

La historia del cerrajero

Había una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a vivir en una prisión oscura y profunda. Cuando llevaba allí algún tiempo, su mujer, que lo quería muchísimo se presentó al rey y le suplicó que le permitiera por lo menos llevarle una alfombra a su marido para que pudiera cumplir con sus postraciones cada día. El rey consideró justa esa petición y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oración.

El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones sobre ella. Pasado un tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, él explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices. Un buen día vio que su mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero. Cuando se dio cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que necesitaba para escapar, comenzó a hacerse amigo de sus guardias. Y los convenció de que todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión. Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros. También deseaban escapar pero no tenían los medios para hacerlo.

Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de metal y él haría cosas útiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos para la huída y del trozo de metal más fuerte que pudieran adquirir el cerrajero haría una llave. Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar. Así se reunió con su mujer, sus ex-guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en armonía. El amor y la pericia prevalecieron.
Cuento tradicional sufí


2 comentarios:

  1. Yo venía a contestar a lo de la hoja en blanco, pero ya veo que llego tarde, así que vamos con la alfombra.
    El prisionero tuvo suerte de no ser cristiano, nunca hubieran dejado a su mujer introducir un crucifijo en la celda, ¡es tan políticamente incorrecto! y hubieran hecho bien, porque tambien la cruz en si misma es la llave que abre la puerta de salida. Pero, la tenemos tan vista!!!!
    Espero crear polémica.
    Salúdos Meg (Ryan)

    ResponderEliminar
  2. No, sin polémica, dear Meg....
    El tema es ese, la tenemos tan vista.... Cuántas veces durante cuántos años se inclinaría el cerrajero en su alfombra antes de darse cuenta de lo que tenía debajo de las narices..., también la tenía muy vista...

    ResponderEliminar

Me gustará que dejes un comentario... Gracias.