9 may 2011

La riqueza humana... compasión.

Llámame por mis verdaderos nombres

No digas que partiré mañana
porque todavía estoy llegando.

Mira profundamente llego a cada instante
para ser el brote de una rama de primavera,
para ser un pequeño pájaro de alas aún frágiles
que aprende a cantar en su nuevo nido,
para ser una oruga en el corazón de una flor,
para ser una piedra preciosa en el corazón de una roca.

Todavía estoy llegando para reír y para llorar,
para temer y para esperar,
pues el ritmo de mi corazón es el nacimiento y la muerte 
de todo lo que vive.

Soy el efímero insecto en metamorfosis
sobre la superficie del río,
y soy el pájaro que cuando llega la primavera
llega a tiempo para devorar ese insecto.

Soy una rana que nada feliz
en el agua clara de un estanque,
y soy la culebra que se acerca
sigilosa para alimentarse de la rana.

Soy el niño de Uganda, todo piel y huesos,
con piernas delgadas como cañas de bambú,
y soy el comerciante de armas
que vende armas mortales en Uganda.

Soy la niña de doce años
refugiada en un pequeño bote,
que se arroja al mar
tras haber sido violada por un pirata,
y soy el pirata
cuyo corazón es todavía incapaz de ver y amar.

Soy el miembro del Politburó 
con todo el poder en mis manos,
y soy el hombre que ha de pagar su deuda de sangre
a mi pueblo, muriendo lentamente
en un campo de concentración.

Mi alegría es como la primavera, tan cálida
que abre las flores de toda la Tierra.
Mi dolor es como un río de lágrimas,
tan desbordante que llena los cuatro océanos.

Llámame por mis verdaderos nombres
para poder oír al mismo tiempo mis llantos y mis risas,
para poder ver que mi dolor y mi alegría son la misma cosa.

Por favor, llámame por mis verdaderos nombres
para que pueda despertar
y quede abierta la puerta de mi corazón,
la puerta de la compasión.

Thich Nhat Hahn

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